lunes, 17 de septiembre de 2012

LA BANDA ESTÁ BORRACHA (ESTUPEFACCIÓN Nº 25)

En un lugar de la Mancha, no hace mucho, se celebraron las fiestas patronales. Ya se sabe que en este país todos y cada uno de sus pueblos tienen el consiguiente patrón o patrona. No puede haber pueblo sin protector/a que esté en los cielos para, al menos, paliar un poco el desastre que ocurre en la tierra.
El caso es que aquel día  llovió y tronó y la fiesta que prometía, se quedó (nunca mejor dicho) en agua de borrajas... casi. Entre los actos que se programaron, había un "concierto" de bandas de cornetas y tambores, concierto que, lógicamente se suspendió ¿o no? Sí, se suspendió oficialmente, pero los trompetistas no se resignaron a quedar en silencio y siguieron, por su cuenta y a su bola, con la música.
Sería por mitigar la sed que la lluvia provocara, el caso es que gran parte de los jóvenes ministriles, ataviados con uniformes cuasi militares, se cebaron con los "cebones" y se les calentó la boca y los labios y ya se sabe... un músico es un músico. Así las cosas, comenzó un peregrinar en desformación de los mencionados trompeteros, desarreglados ya, con las gorras a media asta, con las corbatas fuera de sí, con las guerreras en su posición de descanso y los pantalones flojos... aquello era una desbandada más que una banda, una república de Berlanga en plena euforia musico-destructiva: los jóvenes, envalentonados por la acción de la birra, atacaban una y otra vez el famoso temita "Mi carro" en versión neo-percutiva; cuanto más se les observaba, con más ahínco incidían en parches y metales, arrancado aullidos de dolor en los pabellones acústicos y en los pabellones auditivos del personal.
La noche se deshacía en charcos y reflejos mortecinos de metal dorado. Las pieles de los tambores redoblaban como pedorretas de súcubos enfurecidos en tersas bragas; las notas desafiaban las escalas temperadas. Pero ellos ¡dale que dale! más aún, con más fuerza, con saña ¡con dos cojones! Lo que se llama un concierto, vaya.

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