sábado, 8 de septiembre de 2012

ECHARSE AL MONTE O EL SUEÑO DE CASANDRA(ESTUPEFACCIÓN Nº 23)

Ahora resulta que los parados se (los) echan al monte. Literalmente. Como no tienen nada mejor que hacer... pues ¡ala! a limpiar maleza, a talar árboles, a quitar basura. Como si este trabajo se pudiese hacer sin más, sea quien sea quien lo realice, sin tener en cuenta su preparación o su consistencia física. ¿Estás parado? Pues te jodes (otra vez: campanas sobre campanas y sobre campanas...)
El parado es más que una persona en una lista: es, ya, un prototipo social incómodo, relegable, desechable, indeseable, un síntoma palpable, nada ficticio ni teórico,  del cáncer que se está extendiendo por esta sociedad libre-capitalista, ¿libre?-pensadora, que molesta porque puede ser recordatorio o mensajero agorero de lo que al otro le puede suceder mañana mismo (Casandra, vive, sin duda). Por supuesto, el culpable de su parásita situación es él y sólo él, y como parásito que es, se debe extinguir lo antes posible, se le debe tapar, se le debe apartar, no vaya a comerse los recursos de un estado calamitoso e insolidario. Dentro de poco se les exigirá a estos lastres sociales que limpien la mierda de los demás ciudadanos, o que donen sus riñones para reparar las vísceras enfermas de los trabajadores que (ellos sí) son rentables, responsables, ciudadanos ejemplares.
Parados del mundo ¡al monte!, como antaño fueron los bandoleros. Pero... ¡cuidado con los trabucos, que las armas las carga el diablo (o la indignación)!

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