miércoles, 10 de agosto de 2011

UN SUEÑO DE BUÑUEL?

Viene el Papa y el Retiro se llena de confesionarios. Parece un sueño de Buñuel, pero no: es real. Los confesionarios, de diseño futurista (hasta la fe hay que rediseñarla), invaden el parque como si fueran velas blancas de embarcaciones varadas entre los árboles. Una ola de pecados acudirá a Madrid en busca del oído de cura que todo lo cura, por el mero hecho de decir lo que normalmente se oculta. Los psiquiatras tiemblan al ver palidecer sus consultas, antes llenas y ahora vacías de pecadores que ya no necesitan al doctor y a su minuta para sentirse en paz consigo mismos y con la humanidad a la que han vilipendiado.
Una oleada de confesores emerge por las bocas del metro, acudiendo en masa hacia las frágiles estructuras, prestos a sacudir conciencias, a imponer penitencias, a perdonar todo lo perdonable y lo imperdonable, que Dios se conforma con poco y arrepentirse es de cristianos, aunque después se vuelva a pecar con más inquina, más práctica y más mala leche. Una oleada de curas políglotas, porque el pecado no distingue de lenguas.
Veo una  nube de pecados sobrevolando la sierra de Guadarrama. Van a Madrid. Corren raudos, formando masas negras, espesas, casi sólidas. Fétidas. Una nube de smog en busca de la purificación definitiva, esa que da la conciencia recién lavada, esa que da la palabra vomitada, esa que da el acto de contrición o el propósito de enmienda. Al Ángel Caído (tranquilo hasta ahora en su pedestal) se le ponen los pelos como escarpias.

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