sábado, 5 de noviembre de 2011

TODOS LOS SANTOS

Pasó el día de Todos los Santos, quiero decir: de todos los muertos; así, con minúsculas.
Bien está que se recuerde una vez al año al que no está. Bien, porque la memoria tiende al olvido, pues tiene, como casi todas las cosas, simpatía por la pereza. Olvido y memoria se mezclan, como se mezclan vivos y muertos.
Y uno aquí: mirando las lápidas grises o blancas (que el color no sabe de muerte) manchadas con los pétalos apresurados de las flores recién compradas.
Y uno aquí: recordando a la gente que fue y ya no es; recordando esas manos que me acariciaron hace tanto y que ahora estarán soñando con anillos de ceniza...
Y uno aquí: creyéndose vivo otra vez, después de tantas pequeñas muertes a las espaldas.
Y uno aquí: muerto quizá; quizá en otra dimensión; quizá sintiendo la vida como ese juguete de lata con cuerda que corre rápido, loco, debajo de la mesa, debajo de las sillas, buscando (no; buscando no: encontrando) la pared, siempre la pared que nos dice "hasta aquí has llegado; más allá de mi, el olvido".

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