viernes, 29 de julio de 2011

HAGAN JUEGO, SEÑORES

El trilero mueve los cubiletes: uno, dos, tres... ¿dónde está la bolita? Uno, dos, tres. Y el ingenuo, que cree que puede ganar fácilmente, señala: aquí. El trilero levanta el cubilete y la bolita nunca está. ¡Con la fácil que parecía! Uno, dos, tres. Jueguen señores, jueguen. Todo es cuestión de ojo, de fijarse bien. Aquí no hay truco. La vista es la que trabaja. Pero la vista es más lenta que la mano, y la mano, siempre, escamotea la bolita.
La certeza, lo seguro, lo que nunca falla, puede fallar, porque, en realidad, la realidad es un juego perpetuo de trileros que nos esconden la bolita cuyo paradero creemos conocer. Todo es relativo, como dijo mi amigo Albert; todo parece, pero no es, porque siempre puede ser otra cosa. El tiempo y el espacio. La vista y la mano. Lo que creemos y lo que nos hacen creer.
¿Quién es el supremo trilero? Y nosotros apostando, con la esperanza siempre de ganar, ignorando que, irremediablemente, perderemos, porque la bolita, lo que se dice la bolita, quizá ni exista.

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