domingo, 17 de julio de 2011

PAN Y TOROS

Veo en la tele un "espectáculo" taurino. De rejones, concretamente. El toro corre, deslumbrado. Mancha negra brotando rojo, miedo, fuerza, dolor ciego sobre el albero; puro dolor para que el pueblo se divierta con la excusa del arte (ya se sabe: "el ballet con la muerte"... etc). Sobre el caballo, el rejoneador hace equilibrios para buscar el sitio exacto de la muerte. Busca el hombre el pozo pequeño de la muerte, hurgando con aceros camuflados de confetti (hay que disimular lo terrible con lo kitsch). La gente aplaude, aunque no sé muy bien a qué o por qué. La luz lo invade todo. Todo no: hay dos sitios en los que no hay luz; es más, hay dos sitios en los que la oscuridad se va refugiando, va haciéndose más y más grande, hasta dibujar dos galaxias oscurísimas: son los ojos del toro. Allí está, otra vez, la muerte, tan negra como siempre, tan oscura como la lengua envenenada de un profeta. Allí está, como un reflejo del miedo colectivo. En la arena, un río pequeño de sangre, una vida irrepetible, única, que se va (yo creo que toda vida es sagrada, que toda vida es reflejo de la mano de Dios, si es que existe). El aire se llena de aplausos y otra vez suena un pasodoble, llorando en sus brillos dorados. Los pañuelos se agitan, pidiendo macabros trofeos (abatir no es suficiente: hay que seguir hurgando, mutilando; hay que seguir demostrando quién manda, quién es el artista). ¡Qué alegría más grande esto de la muerte!

1 comentario:

  1. Espectáculo dantesco si en el infierno hubiera toros. Si hablamos de telebasura no pensamos en ésto y también lo es: retransmitir en directo la sangre, la agonía y muerte de un ser vivo. El dolor no, porque no suena y sólo llega a los seres humanos sensibles.
    ¿No hay nada mejor que hacer un domingo de julio por la tarde? Y aunque no lo hubiera.

    ResponderEliminar